martes, 10 de abril de 2012

Cada día me es más dificil comprender la psíquis humana (incluyendo la propia). Me sorprenden (e irritan) las barreras que creamos para desenvolvernos socialmente, me resultan totalmente pelotudas y ajenas a una lógica establecida desde suppositio materialis con respecto a este reducido espacio donde divagan nuestras mentes. Son, a mis ojos, totalmente insensatos los silencios y/o mentiras que consideramos "correctos" en determinadas circunstancias, ¿Por qué deberíamos callar un "te quiero"-sea o no correspondido- si es lo que sentimos? ¿Tiene sentido, también, evitar el "no te quiero"/"me sos indiferente" cuando es adecuado? Encerramos la mente en parcelas que ella misma construye. No sé si es miedo de ver, al liberarla, el egocentrismo al que estamos condenados. O de ver lo que realmente somos (que está muy lejos de lo que queremos ser, y eso ridículamente nos avergüenza). Siento que cada día nos alejamos más de nosotros mismos y de quienes nos rodean mediante estigmas y pre-conceptos absurdos; aumentan los medios para "comunicarnos" y sin embargo cada día nos entendemos menos. 
A partir de esto me surge una reflexión utópica. A lo Tyler Durden idealizo un mundo nuevo; un mundo primitivo físicamente, donde la evolución radica en la metafísica. Donde en vez de encontrar nuevos formatos tecnológicos y buscar renovar constantemente la oferta, el alma y la mente encuentran nuevas dimensiones y buscamos renovar constantemente las ideas. Tal vez, en este mundo nuevo existen menos modelos de celulares (Quizás ninguno) pero las relaciones humanas se desarrollan muchísmo entre sí y con la naturaleza, constante e infinitamente. No hay límite en cuanto a  lo no sustancial, en cuanto a lo metafísico, y cada día lo exprimimos al máximo, conectando cuerpo-mente-ambiente-comunidad como nunca.