miércoles, 9 de febrero de 2011

Aspiró el humo como si con él sustancialmente su alma volviera a su antigua fortaleza. Contuvo la respiración unos segundos, temerosa de que partícula por partícula volviera a escapar. Repitió la secuencia cuantas veces pudo, y poco a poco sintió cómo sus pies iban desprendiendose del suelo; cómo la gravedad empezaba a flaquear y a alivianarse a medida que sus labios se resquebrajaban. Miro sus manos;  esa firmeza sin peso, sin ninguna fuerza que opusiera resistencia a cualquiera de sus movimientos, eran manos y era aire.Era todo,  era ella

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