domingo, 30 de enero de 2011

El amor por Schopenhauer


[...]Nunca he comprendido cómo dos seres que se aman y creen hallar en ese amor la felicidad suprema no prefieren romper violentamente con todas las convenciones sociales y sufrir todo género de vergüenzas antes que abandonar la vida, renunciando a una aventura más allá de la cual no imaginan que existan otras. [...]
No espero aprobación ni elogio por parte de los enamorados, que naturalmente propenden a expresar con las imágenes más sublimes y más etéreas la intensidad de sus sentimientos. A los tales mi punto de vista les parecerá demasiado físico, harto material, por metafísico y trascendente que sea en el fondo.
Antes de juzgarme, que se den cuenta de que el objeto de su amor, o sea la mujer a la cual exaltan hoy en madrigales y sonetos, apenas hubiera obtenido de ellos una mirada si hubiese nacido diez y ocho años antes. Toda inclinación tierna, por etérea que afecte ser, sumerge todas sus raíces en el instinto natural de los sexos, y hasta no es otra cosa más que instinto especializado, determinado, individualizado por completo. [...]

[...]Todas las pasiones amorosas de la generación presente no son, pues, para la humanidad entera más que una "meditatio compositionis generationis futural, e qua iterum pendent ennumere generationes[...]
Cuando el instinto de los sexos se manifiesta en la conciencia individual de una manera vaga y genérica, sin determinación precisa, lo que aparece fuera de toco fenómeno, es la voluntad absoluta de vivir. Cuando se especializa en un individuo determinado el instinto del amor, esto no es en el fondo más que una misma voluntad que aspira a vivir en un ser nuevo y distinto, exactamente determinado. Y en este caso, el instinto del amor subjetivo ilusiona por completo a la conciencia y sabe muy bien ponerse el antifaz de una
admiración objetiva. La naturaleza necesita esa estratagema para lograr sus fines. Por desinteresada e ideal que pueda parecer la admiración por una persona amada, el objetivo final es, en realidad, la creación de un ser nuevo, determinado en su naturaleza; y lo que lo prueba, es que el amor no se contenta con un sentimiento recíproco; sino que exige la posesión misma, lo esencial, es decir, el goce físico. La certidumbre de ser amado no puede consolar de la privación de aquella a quien se ama, y, en semejante caso, más de un amante se ha saltado la tapa de los sesos. [...]
El que cierto hijo sea engendrado:  ese es el fin único y verdadero de toda novela de amor, aunque los enamorados no lo sospechen. La intriga que conduce al desenlace es cosa accesoria [...]
La constitución y el carácter preciso y determinado de la generación futura, ¿no es un fin infinitamente más elevado, infinitamente más noble que sus sentimientos imposibles y sus quimeras ideales? ¿Y entre todos los fines que se propone la vida humana, puede haber alguno más considerable?[...]

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