domingo, 30 de enero de 2011

Fragmento de El Aleph

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió despuès de una imperiosa agonía que no se rebajó ni un sólo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto unicerso ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario